Tras deambular por los callejones del deseo durante algunos años, que han resultado deliciosamente locos a la par que paradójicamente anodinos, me encuentro en ese típico e inevitable momento de madurez marcado por la desesperación de no tener aún la edad necesaria para la jubilación y unos deseos incontrolables de engullir hasta el agua de los floreros mientras veo películas de Bergman a altas horas de la madrugada. Así que he decidido que este año (sí, el del covid 19, donde nadie queda ni para cobrar la devolución de hacienda) voy a empezar a buscar activamente al amor de mi vida. Me he apuntado a First Dates.

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