Entradas

Desde que llevo mascarilla, cada dia me levanto con un gran dilema: ¿me depilo o no los pelos de la nariz? Me pasa como con las venas, no sé si cortármelos o hacerme trenzas.
Tengo mil cosas que agradecerte, que seas tú, que siempre me hagas ser yo. Que los perros y las cornejas hablen por nuestra boca. Que un oso de trapo sea el protagonista de nuestra vida. Que aparezcas en todas las postales de la torre de pisa. Que improvises una panorámica sobre el puente de Brooklin. Tengo mil cosas que agradecerte, y decir que te amo no es suficiente. Te amo.
Conociéndola como la conozco, creo que su vida se debate entre el efímero encanto de la conquista fácil y el poder eterno del amor verdadero. Vuelvo a tener una cita a ciegas con la arrolladora chica de hace un par de semanas, la que me ordenó bajarme la mascarilla y urgó en (casi) todos mis orificios. Ahora dice que quiere mi sangre. ¿Será un eufemismo?
Cuando era pequeño no soñaba con trabajar para la NASA, ni en conseguir la paz mundial. Sólo soñaba con ser el teclista de Deep Purple y follarme a la madre de mi mejor amigo. Ella nunca lo supo. Ni Jon Lord tampoco.
Hoy me han instalado una alarma en casa y la han hecho funcionar a la primera. Antes, para que sonara una alarma, había que bombardear una ciudad.
Algunos días me levanto sintiéndome frágil,  tan cansado que lo veo todo borroso. No veo el té, la pantalla del ordenador, ni mi vida. Lo veo todo borroso. Y contra esa especie de miopía de síndrome incierto no existen lentes correctoras, ni distancia social, ni mascarillas, ni vacunas. El único remedio que he encontrado es poner a todo volumen la sonata en sol mayor para cello de Bach y descorchar un Vega Sicilia del 64. Por desgracia hoy sólo tenía a mano un culín de Don Simón. Estoy bien, creo.
Vengo de una cita a ciegas. Aún no he tenido mucho tiempo para asimilarlo, pero creo que necesito recolocarme los empastes. Qué mujer, qué determinación, qué tono de voz, qué mano, qué tacto, qué aplomo. qué cuerpazo, qué personalidad, qué todo. Nada más verme, se ha abalanzado sobre mí y me ha ordenado que me baje la mascarilla, casi rozamos nariz con nariz. Aún noto su intensa mirada clavada en mis pupilas, el jadear de su boca pidiendo que trague saliva, y el gesto lujurioso de su dulcísima muñeca penetrando en mí. Cuando ha quedado satisfecha, me ha dado una página web para seguir en contacto y, desde entonces, me conecto cada cinco minutos para ver si me escribe. Espero que la PCR sea negativa.
Hoy, mientras iba a comprar calcetines nuevos para ir a First Dates, he visto a través del cristal empañado de mis gafas a una chica guapísima abrazada a un niño pequeñísimo. Él abultaba menos que la mochila que lo empujaba hacia atrás, pero el abrazo era tan inmenso que parecía cobijarlo y ampararlo de todos los males, bajo un cielo gris que mordia, con dentelladas de nostalgia. Era un abrazo que valía por mil mascarillas y kilómetros de distancia social. H e cerrado los ojos, apretando fuertemente los párpados para volver a abrirlos al instante, muy, muy abiertos, pero s e me ha olvidado poner el flash y al final me ha quedado la instantánea un poco mal.
Llevo todo el día pensando en First Dates y  dándole vueltas a cómo sería mi prototipo de persona ideal. Una vez me enamoré de una rana, su piel verde y sus saltos de diez centímetros me volvían loco. En otra ocasión me encamoré locamente del café solo, ese cuerpo y ese aroma me fundían los empastes. Y últimamente no puedo vivir sin Netflix. Así que no sé muy bien cómo será mi prototipo de pareja ideal. ¿Quizás una rana negra con un cuerpazo y abonada a Netflix? Sólo espero que no sea vegana, no soy muy fan de comer tofu, y menos con mascarilla. 
 Creo que el mayor de mis defectos es que nunca sé vestirme para las ocasiones importantes. Así que ya adelanto que voy a ser incapaz de elegir nada digno que ponerme para ir a First Dates. ¿Habrá una edición nudista? ¿Tendré que llevar mascarilla a conjunto?