Algunos días me levanto sintiéndome frágil, tan cansado que lo veo todo borroso. No veo el té, la pantalla del ordenador, ni mi vida. Lo veo todo borroso. Y contra esa especie de miopía de síndrome incierto no existen lentes correctoras, ni distancia social, ni mascarillas, ni vacunas. El único remedio que he encontrado es poner a todo volumen la sonata en sol mayor para cello de Bach y descorchar un Vega Sicilia del 64. Por desgracia hoy sólo tenía a mano un culín de Don Simón. Estoy bien, creo.
Vengo de una cita a ciegas. Aún no he tenido mucho tiempo para asimilarlo, pero creo que necesito recolocarme los empastes. Qué mujer, qué determinación, qué tono de voz, qué mano, qué tacto, qué aplomo. qué cuerpazo, qué personalidad, qué todo. Nada más verme, se ha abalanzado sobre mí y me ha ordenado que me baje la mascarilla, casi rozamos nariz con nariz. Aún noto su intensa mirada clavada en mis pupilas, el jadear de su boca pidiendo que trague saliva, y el gesto lujurioso de su dulcísima muñeca penetrando en mí. Cuando ha quedado satisfecha, me ha dado una página web para seguir en contacto y, desde entonces, me conecto cada cinco minutos para ver si me escribe. Espero que la PCR sea negativa.
Me recuerda a Desmontando a Harry, de W. Allen.
ResponderEliminar