Cuando nacemos, aprendemos a llorar. En párvulos aprendemos a caer. En la escuela aprendemos a callarnos. En el instituto aprendemos a lamernos las heridas y a cosernos el corazón. En el curro, aprendemos a respirar tres veces antes de gritar. Luego aprendemos a organizarnos, porque queremos cambiar el mundo, hasta que nos damos cuenta de que ya es demasiado tarde para cambiar una mierda. Y un día te encuentras a ti mismo aprendiendo de nuevo a llorar, a caerte, a callarte, a lamerte las heridas, a coserte el corazón, a organizarte. Y cuando crees que ya lo sabes todo, aprendes que para cambiar el mundo lo que deberías haber hecho era lavarte las manos con frecuencia. A ver dónde encuentro yo un poco de frecuencia a estas horas.
Tengo mil cosas que agradecerte, que seas tú, que siempre me hagas ser yo. Que los perros y las cornejas hablen por nuestra boca. Que un oso de trapo sea el protagonista de nuestra vida. Que aparezcas en todas las postales de la torre de pisa. Que improvises una panorámica sobre el puente de Brooklin. Tengo mil cosas que agradecerte, y decir que te amo no es suficiente. Te amo.
Comentarios
Publicar un comentario