Hoy, mientras iba a comprar calcetines nuevos para ir a First Dates, he visto a través del cristal empañado de mis gafas a una chica guapísima abrazada a un niño pequeñísimo. Él abultaba menos que la mochila que lo empujaba hacia atrás, pero el abrazo era tan inmenso que parecía cobijarlo y ampararlo de todos los males, bajo un cielo gris que mordia, con dentelladas de nostalgia. Era un abrazo que valía por mil mascarillas y kilómetros de distancia social. He cerrado los ojos, apretando fuertemente los párpados para volver a abrirlos al instante, muy, muy abiertos, pero se me ha olvidado poner el flash y al final me ha quedado la instantánea un poco mal.
Vengo de una cita a ciegas. Aún no he tenido mucho tiempo para asimilarlo, pero creo que necesito recolocarme los empastes. Qué mujer, qué determinación, qué tono de voz, qué mano, qué tacto, qué aplomo. qué cuerpazo, qué personalidad, qué todo. Nada más verme, se ha abalanzado sobre mí y me ha ordenado que me baje la mascarilla, casi rozamos nariz con nariz. Aún noto su intensa mirada clavada en mis pupilas, el jadear de su boca pidiendo que trague saliva, y el gesto lujurioso de su dulcísima muñeca penetrando en mí. Cuando ha quedado satisfecha, me ha dado una página web para seguir en contacto y, desde entonces, me conecto cada cinco minutos para ver si me escribe. Espero que la PCR sea negativa.
Comentarios
Publicar un comentario